miércoles, 1 de marzo de 2017

Los constructores de ciudades


Algunos dicen que la revolución agrícola puso a la humanidad en el camino del progreso, otros consideran que fue el punto en que rompieron su relación con la naturaleza e iniciaron un camino de codicia y egoísmo. Fuera como fuera, no había vuelta atrás.
Los seres humanos empezaron a multiplicarse mas rápido, en el 10,000 a.C. habían unos 5-8 millones de cazadores-recolectores y en el siglo I d.C. quedaban 1-2 millones de ellos, pero eran la minoría comparados con los 250 millones de agricultores, viviendo en su mayoría en poblados permanentes, el “hogar” de los cazadores eran territorios de decenas e incluso cientos de kilómetros, los agricultores tenían un campo y una estructura de madera, piedra o barro, la casa, de unos pocos metros cuadrados, un cambio con un gran impacto psicológico como arquitectónico.
Los nuevos territorios no solo eran mas pequeños, sino que eran transformados, esta hábitat artificial era destinado solo para los humanos y SUS plantas y animales, manteniendo alejados a las plantas y animales salvajes.
El tiempo se expandía, los cazadores no solían invertir mucho tiempo en pensar en los siguientes meses, los agricultores empezaron a imaginar años y décadas hacia el futuro, claro que siempre los humanos dejaban marcas que persistían durante generaciones, pero la agricultura dio mayor importancia al futuro, y a las preocupaciones por ese futuro.
La agricultura fundo sistemas políticos y sociales a gran escala, lamentablemente los campesinos casi nunca conseguían la riqueza económica futura que ansiaban, por todas partes surgían gobernantes y élites, que vivían a costa de los excedentes de alimentos que producían los campesinos, estos excedentes impulsaron la política, las guerras, el arte y la cultura y la creación de aldeas, pueblos, ciudades y reynos, la gente inventó relatos acerca de grandes dioses y poderosas naciones, aunque la evolución seguía avanzando lentamente, la imaginación humana construía asombrosas redes de cooperación. En el 8,500 a.C. los mayores poblados eran aldeas como Jericó con unos cientos de habitantes, en el 2,250 a.C. Sargón el Grande forjó el imperio acadio que se jactaba de tener un millón de súbditos, y entre 1,000 a.C. y 500 a.C. aparecen los megaimperios Asirios, Babilónicos y el Imperio Persa con millones de súbditos.
Redes de “cooperación” suena muy idealista, la gran mayoría de estructuras sociales humanas, están hechas para la explotación y la opresión, los humanos evolucionaron durante millones para ser bandas de unas docenas de individuos, en unos pocos miles de años aparecen las ciudades y los imperios, muy poco tiempo para que un instinto de cooperación en masa apareciera, por lo cual se crean “ordenes imaginados”, estos ordenes necesitan reglas de juego, Hammurabi el mas famoso rey del Imperio Babilonio creo el código de Hammurabi, que siguió siendo usado luego que Hammurabi muriera y fue base de otras “reglas de juego”, 3,500 años después las 13 colonias británicas en Norteamérica, sienten que el rey de Inglaterra no los trata de manera justa y declaran que son independientes, con la Declaración de Independencia, crean su documento  fundacional, ambos documentos hablan de un mundo regido por principios de justicia universal, aunque el único lugar donde existen esos principios es en la imaginación humana.
Como se hace para que millones de personas crean en ordenes imaginados como la democracia, el cristianismo o el capitalismo? Primero no se admite nunca que es “imaginado”, el orden que sostiene a la sociedad es una realidad creada por grandes Dioses o por las leyes de la naturaleza, se educa de manera concienzuda a la gente, desde que nacen, los principios de este orden se recuerdan constantemente, se incorporan a la cultura, los cuentos, las canciones, la propaganda, la moda. El orden modela nuestros deseos y de esta manera se convierten en las defensas más importantes, el orden es intersubjetivo, existe en la imaginación compartida de miles y millones de personas.

Cualquier orden imaginado en el que se deje de creer es reemplazado por otro.